Salenc es ya matador de toros y Cristóbal es novillero con picadores.
Cada uno lleva sus carreras por separado. Pero a ambos les unen los lazos de un concepto que nace de un mismo patrón, aunque se manifiesten con expresiones diferentes.
El francés Salenc se ha cuajado en un joven matador de toros que atesora un mayor oficio al que le correspondería tras el escaso bagaje en el escalafón superior. Viene dando serios toques de atención frente a todo tipo de ganaderías. Le conocemos su solvencia y su espléndido gusto y poder. La ha mostrado, por ejemplo, en la Feria del Arroz de Calasparra donde se proclamó máximo triunfador alzándose con la Espiga de Oro, donde incluso tuvo el gesto de brindar una de sus grandes faenas a la amistad y admiración recíproca con Parrita.
El murcianoco Parrita está atravesando un áspero desierto después de los percances, la ruptura y el cambio de apoderamiento, y la puntilla con la pandemia que le frenó en seco -como a casi todo el mundo- durante la inexistente temporada de 2020. Sigue trabajando con ahinco, con la mente puesta en las próximas oportunidades en que pueda demostrar su momento de forma.
Un momento que a tenor del tentadero que ha compartido con Adrien Salenc frente al ganado de Fernando Peña, y de las fotos que nos facilita su gabinete de comunicación con la firma del gran Paco Sastre, evidencia que todavía no ha dicho su última palabra. Ni tampoco ha dado su brazo a torcer.
Atención a Parrita, y atención a Salenc, dos amigos, dos toreros, dos jóvenes de nuestro tiempo, que dan su vida por una misma pasión: el Toreo. Suerte a los dos.
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