viernes, 11 de septiembre de 2020

Curro Romero, veinte años (y un día) después de su última tarde de luces... en La Condomina

Los últimos pasos de Curro Romero vestido de luces,
en La Condomina aquél 10 de septiembre de 2000.
(Foto: Conrado Abellán)

Es una anécdota muy curiosa. Curro Romero se retiró de los ruedos sin despedidas, ni adioses. Curro Romero se marchó con el silencio de los grandes después de una de las carreras taurinas más longevas que se han conocido.

Curro estaba en la cresta de la ola. Podía haber seguido en los ruedos por tiempo indefinido. O mejor dicho, por tiempo infinito. Como su temple, infinito.

Pero, toreando un festival en la plaza mixta de carros y prefabricados que hay en localidad sevillana de La Algaba, vio como al por entonces jovencísimo Morante de la Puebla, un novillo le levantaba los pies del suelo. Curro se puso en la piel de quien recibía la voltereta y cayó en la cuenta de que ese percance podía haberle sucedido a él. Y quién sabe el tiempo que le hubiera costado recuperarse, porque aunque mantenía imperecedero el temple y el tacto delante de los animales, la edad no perdona.

Se lo contó aquella misma noche a Fernando Fernández Román durante la emisión en directo del programa "Clarín" de Radio Nacional de España, que se convirtió en "trending topic" sin necesidad de redes sociales.

La noticia corrió como la pólvora. Con la misma explosión que tenían aquellas verónicas mecidas que dibujaba Curro como nadie las tardes en las que le brotaba la inspiración.

Curro se había ido del toreo.

A esa misma hora se confirmaba paralelamente otra noticia. Si Curro se había quitado del toreo en un festival, ¿dónde había sido la última corrida de toros de su vida? ¿Dónde había hecho el paseíllo vestido de luces por última vez?

¡En Murcia! El 10 de septiembre. En el escenario de La Condomina. Allí (o mejor dicho, aquí) había estoqueado sus dos últimos toros de la ganadería de Luis Algarra. Fue en compañía de Pepín Jiménez, que esa tarde banderilleó e incluso se atrevió a subirse al caballo para picar a su primer toro, y Julián López "El Juli".

Otra anécdota de aquella tarde, es que después de que Curro Romero se hubiera mostrado muy decidido y muy activo, abriéndose de capa con prontitud y frenesí, y habiéndolo "intentado" mucho con la muleta, frente a toros que no "sirvieron" demasiado, justo después de doblar su último toro, un energúmeno/individuo/sospechoso lanzó desde el tendido una almohadilla que cayó precisamente en el cogote del Faraón de Camas.

El genial Romero dejó pasar aquél instante, como si no hubiera existido, como si aquello no fuera con él, con la calma de los grandes. Pero recuerdo perfectamente la cara de su banderillero "El Alcalareño", que escrutaba con mirada desafiante el tendido desde el que aquél "valiente" lanzó aquella almohadilla. Sin exagerar, la almohadilla más desafortunada, tal vez, de la historia del toreo.

La fotografía que generosamente me cede mi querido Conrado Abellán es un celebérrimo testimonio que ha permanecido oculto al gran público desde justo aquél día en que ahora se cumplen 20 años y un día.

P. d. - Juan Antonio de Heras que, antes que Decano del Colegio de Periodistas de la Región de Murcia, es un magnífico aficionado a los toros y no se le escapa una, apunta una anotación que no es baladí: además aquella tarde se celebraba la Corrida de la Prensa y aporta un documento firmado por Cano que no me puedo resistir a mostrárselo a todos Uds. ¡Gracias Juan Antonio! 

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