Antonio Puerta salió arreando desde que se abrió de capa. En cambio, sus dos actuaciones fueron de menos a más. Es decir, a medida que se desarrollaba la lidia iba acoplándose más y mejor. Acabó sus dos trasteos en terrenos de cercanías: al primero, en ocho al estilo que trajo al toreo Paco Ojeda; y al cuarto, por circulares, como los que un día cuando era novillero le costó una grave fractura de húmero precisamente en esta misma población y en esos mismos terrenos cerca de tablas. Se tiró a matar con el brazo por delante y pinchó en ambos, antes de cobrar las estocadas definitivas. En el cuarto, resultó atropellado en el encuentro y sufrió una fuerte voltereta sin mayores consecuencias. Habría cortado dos orejas de éste, pero el puntillero le privó de la segunda. Por lo que el balance de su actuación fue de oreja y oreja tras aviso.
Filiberto también salió muy espoleado. Toreó muy bien de capa a sus dos toros, intervino en quites con ganas de dar espectáculo, y en ambas faenas de muleta mostró que está consolidando su concepto del toreo, que es clásico aunque no exento de esos golpes con los que quiere mostrar cierta explosividad. Como por ejemplo en ese arranque de faena con las dos rodillas en tierra a su primero, en el que tiró con largura de la embestida. O en el inicio por estatuarios al quinto, con los que puso la plaza a revienta-calderas. Toreó muy bien en redondo, sobre todo en las series en las que sus toros aún tenían fuelle. A medida que se fueron parando, mantuvo el interés, pero no salió todo tan redondo como de primeras. Se enredó con los aceros en el primero hasta reducir el premio a una ovación. En el quinto, después de cobrar la estocada de la tarde, el puntillero levantó al toro y le privó de la puerta grande.