Llevamos 365 días sin toros, y lo que colea. Perdón por el pesimismo.
Para endulzar al menos el recuerdo, aquí reproduzco la crónica que publiqué tal día como hoy del año pasado sobre aquel triunfal acontecimiento que será históricamente recordado.
7 DE MARZO DE 2020. DUENDE, ARREBATO Y UN INDULTO, EN UN FESTIVAL CON MUCHO ARTE EN EL JIMENADO
Que una misma tarde, en un mismo festejo, coincidan el duende el arrebato y la perfección es muy difícil. Hoy lo han hecho en la pequeña placita de El Jimenado, con motivo de la fiesta del Club Taurino de Torre Pacheco, donde Javier Conde, Curro Díaz y el aspirante Víctor Acebo han protagonizado una tarde para el recuerdo.
Ellos y los pupilos de Sancho Dávila, que se ha llevado de vuelta para el campo un novillo muy completo en el capote y la muleta, de gran clase e inmensa duración.
Javier Conde, que no tuvo opción con el primero de la tarde, el más grande y cabezón de los lidiados, se habría marchado con todo dentro si no se llega a lidiar el sobrero cerrando el festejo.
Curro Díaz se mostró pleno de inspiración. Primero, mantuvo en pie al inválido, y después, con cuidado de no derribarlo en un tirón, sacó los duendes de la inspiración y dibujó el toreo, en una faena necesariamente imperfecta, pero de mucha convicción y calado.
El aspirante Víctor Acebo hizo un faenón de categoría máxima ante un novillo bravo, codicioso, de gran nobleza, dulzura y recorrido. Lo toreó a placer sobre ambas manos, con capote y muleta. Aunque me surge la suda de por qué a la faena tal vez le faltó llegar más a la gente. El novillero estaba toreando a la perfección a un novillo de bandera. Pudieron pasar dos cosas: que sus paisanos le hayan visto tantas veces -en los viajes que organizan para seguirle- o que le haya faltado pasión a la faena. Romperse más. Pero, vamos, que ha dado series rotundas como si estuviera de salón, con las zapatillas bien asentadas y sin dejarse tropezar los engaños. Y eso que estamos hablando todavía de un novillero sin picadores, aunque en su pueblo le llamen maestro.
Finalizado el orden de lidia previsto, se anunció por megafonía que se iba a lidiar el sobrero de manera conjunta por la terna de artistas. El novillo se dejó y Javier Conde, bajo la luna de Torre Pacheco, desplegó su toreo más desgarrador. Embrujo, magia y hechizo. Invitados también Curro Díaz y el novillero, que apuntaron con tapitas gourmet y dejaron el plato fuerte al malagueño Conde, que estaba arrancado y ferviente por explayarse.
¿La crónica les parece larga? Pues el festejo aún lo ha sido más largo todavía. Pero ya saben, el tamaño nunca importa.
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