martes, 14 de julio de 2020

Un año que Rafaelillo volvió a nacer en Pamplona

La vida es bella. Es el mayor regalo que nos puedan haber concedido los dioses. Los aficionados a los toros lo sabemos bien. Y los toreros, todavía mejor que nosotros.

Mejor digo porque saben lo que es ponerse la ropa de torear sabedores de que podrán regresar o no a casa después de la faena. Estadísticamente mueren menos toreros en el ruedo que obreros en el tajo.

Pero al tajo no se se acude dispuesto a entregar la vida como sí hacen los toreros cuando parten rumbo a la plaza.

El 14 de julio del año pasado Rafaelillo acudía a la plaza de Pamplona a enfrentarse a los miuras, que tanto han marcado en su carrera y especialmente en los sanfermines. Y lo hacía con la imperiosa necesidad interior de relanzar una temporada que se le estaba poniendo muy cuesta arriba. Con pocas oportunidades y apenas sin opciones.

Por eso no volvio la cara ante el elefantiasico toro de las cavernas al que despachó en primer turno. Y por eso se entregó dispuesto a morir si hacía falta desde el minuto cero con aquél cuarto que a punto estuvo de matarlo a él.

El crujido de las costillas a medida que el miura lo estampó contra la barrera no lo va olvidar nunca su peón de confianza, Pascual Mellinas, que no se estremeció en el burladero ante la brutalidad de los dos tremendos porrazos que recibía su jefe de filas y acudió al quite salvador, que distrajo al Miura de su presa que yacía al borde del abismo.

La buena preparación física y también la mental que cultivan los hombres que como Rafaelillo están dispuestos a morir por su vocación torera, sabedores de que en cualquier momento se pueden encontrar en una situación tan límite como esa, le permitió salvar la vida. Milagro.

En la enfermería se obró magistralmente, salvando al hombre y por fortuna también al torero. Pero en esos momentos trágicos lo que primaba era la vida de una persona tan especial como es "mi" Rafa. No porque sea "mío", sino porque Rafael es para todos los que lo queremos "nuestro" Rafa.

Lo que vino después ya lo saben ustedes sobra, y al final feliz de esta historia todavía le faltan varios capítulos para abrochar una trayectoria tan dura, con tantos retos por el camino, y todos los ha superado con creces este valiente y artista (subrayó lo de artista, porque si Rafaelillo es valiente aun es más artista si cabe).

Sólo Dios sabe lo que le tendrá deparado pero de momento tenemos la dicha de poder decirle Feliz Cumpleaños en el primer aniversario de lo que pudo ser una tragedia de consecuencias irreparables.

Un abrazo fuerte y pronta reparición.

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