El día que Antonio Puerta se decida a ser torero, que hasta el día de hoy todavía no se ha decidido, va a temblar la tierra.
El día que Puerta de verdad centre su intención y concrete su vocación, está llamado a ocupar la cima de la torería.
Ese día su mente debe tener un solo foco, una sola dirección y olvidarse de todo lo demás para ocuparse exclusivamente del toro y de su relación íntima con el toro.
Por sus enormes condiciones toreras, y por su capacidad para haber resurgido de los sótanos más profundos del toreo en varias ocasiones, estamos obligados a esperarle. ¿Hasta cuándo? Hasta que él quiera.
Pero los años van pasando y ya no es aquel niño que jugaba al toro. Ahora se ha cuajado en sus facciones como hombre. Se le nota en este fotón captado estos días en la finca jiennense de Guadalmena, donde se percibe su madurez y se corrobora que, en todo este tiempo en que se le ha visto muy poco en los ruedos, ha seguido creciendo como torero.
El próximo Día de la Región tiene un gran reto en Caravaca de la Cruz ante la corrida de Albarreal, donde su amigo Pepe Muñoz de Maya le encierra con dos maestros que tienen el rabo pelado (perdón por la expresión, pero la repetía muchas veces mi padre y se me quedó grabada a fuego) como Ferrera y Rafaelillo.
La escalada a la cima se empieza desde los peldaños más bajos, con la mirada puesta en lo alto. Ojalá le llegue su momento y lo aproveche. Ojalá el jueves sea el día en que Puerta se decida de verdad a ser torero. Todos lo celebraremos. Yo el primero.
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