Imagínense, como en el cine, una variedad de salas que programan diferentes películas a la misma vez.
Pero, en el ámbito taurino, eso parece más de ciencia ficción que de otra cosa.
Más aún en la ciudad del arroz, donde de antemano cuentan con una programación sobredimensionada, a tenor de las entradas que registra el vigente coso de La Caverina durante el ciclo de novilladas en que se disputa la Espiga de Oro.
Solo dos de los seis días de feria acude gente suficiente a la plaza como para justificar que se programen 6 novilladas, 6.
Es más, juntando a todo el publico que acude a lo largo de esa larga semana, se podría llenar el aforo completo del centenario coso en dos veces y media o tres, a lo sumo.
Sólo el dia grande, el día de la patrona, o cuando los festejos coinciden en fin de semana, los tendidos ofrecen una imagen más optimista.
Los demás días, ruina. Eso sí, a los encierros si acude la masa, incluso desplazados desde otras localidades y provincias limítrofes. Pero, finalizado el encierro, pierden el interés y regresan por donde han venido, sin quedarse a la corrida de por la tarde.
Tal vez, ni somos tan toristas como decimos que somos; quizás, tiene poco atractivo presenciar los festejos a media luz, como sucede un día sí y otro también a pesar de que en las últimas ferias se ha mejorado bastante; quizás, no hay novilleros con suficiente rodaje para superar la dura prueba del toro-toro (que es lo que les gusta a algunos que se lidie en las novilladas en Calasparra).
Lo cierto es que por unas cosas o por otras, todos los inviernos se vierten ríos de tinta en los portales, en El Muletazo, en las redes sociales... Y a la hora de la verdad, seis dias de toros con atractivas ganaderías dentro de una programación demasiado extensa y que año tras año demuestra que al público, el gran público, y muchas veces los propios aficionados que se rasgan las vestiduras, les importa un comino lo que suceda en este tipo de festejos en los que siempre David se enfrenta a Goliat.
Tal vez si las novilladas estuvieran acorde con el bagaje de la novillería actual, a la que por desgracia sólo se les dan "oportunidades" de este tipo, quizás todo volvería a florecer.
Mientras tanto, aún tendremos que estar agradecidos a que haya quienes luchan porque ciclos como este no se pierdan.
Pero desde aquí lanzo mi basta ya de tantos dimes y diretes de todos los inviernos. Tantas polémicas no benefician a nadie.
Ojalá haya entendimiento y la temporada en Calasparra se pueda desarrollar con normalidad. Aunque sea con novilladas más acordes y si fuera posible concentrando los festejos en tres o cuatro días, que seria lo razonable.
O pensar en cambiar la fórmula, porque esta se encuentra agotada. Y necesitamos que se venga arriba. Todos.
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