Parrita, que ya ve a tiro de piedra el momento de su jubilación, tiene ocasión de ofrecer su veteranía y su experiencia en el ruedo adquiridas durante treinta años en la profesión.
Primero fue un prometedor novillero, poseedor de ese no sé qué y ese qué se yo que solo es propiedad de los agraciados por esas bolitas que un día dijo el genial Rafael de Paula.
Los que estuvieron presentes aquella tarde en Alicante, en que hizo probablemente la mejor faena de su vida, jamás la olvidarán.
Debutó como novillero con picadores en la novillada de primavera de 1995 en La Condomina, donde entró por la vía de la sustitución, con la recomendación de última hora efectuada por el recordado Benito Belmar, conserje de la plaza, que era uno de sus grandes valedores.
A pesar de manejar con contundencia la espada, uno de sus fuertes, ya no le dieron más oportunidades y tras un necesario período de reflexión volvió a los ruedos como hombre de plata.
Ha actuado a las órdenes de todos los toreros y novilleros de la tierra, incluso a las de su hijo Cristóbal, y también como auxiliador de rejoneadores.
Pero nunca ninguno tan grande, una figura histórica de la talla del mismísimo Pablo Hermoso.
Es como para estar de enhorabuena, Manuel.
(Foto: Muriel Feiner)
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