Antonio José López "El Rubio" tuvo un momento dulce. Fue el novillero de moda en la Región de Murcia, tenía un apoderado como Juan Reverte que le hizo las cosas perfectas, y todo gracias a que desarrolló un toreo de gran categoría.
Con la muleta, El Rubio tenia interiorizado a la perfección el secreto del segundo muletazo. Eso de lo que tantas veces habló el Maestro Antoñete, de dejar la muleta puesta y planchada para el siguiente muletazo.
El Rubio daba un pequeño golpe de talón y ya estaba colocado en el sitio, sin rectificar terreno, girando sobre la pierna que hacia de eje de la serie y en definitiva (eje también) del toreo.
Con el capote, siendo menos fino, toreó un puñado de toros con rumbo y aire. Incluso en su última etapa, frente a toracos como este de Ana Romero en la foto de Charrete.
La bamba extendida, echada adelante para embarcar la embestida desde su arrancada, el mentón hundido en la pechera, y las palmas de las manos abiertas para dirigir y acompañar.
El fotón merece un episodio en el libro autobiográfico que seguro algún día verá la luz.
¡Comparte, Antonio, tus ideas, tus recuerdos, tus vivencias!
Estamos todos deseando. Mientras tanto, habrá que conformarse con deleitarnos con este tipo de carteles de toros.
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